Para los que este término aún sigue siendo un enigma, os vamos a contar un poco acerca de la tecnología 4K. En principio nace como una mejora de la resolución de la imagen para los televisores actuales, la cual es capaz de cuadruplicar la resolución que nos ofrece la Alta Definición, HD o High-Definition.
La resolución 4K fue la protagonista del evento Consumer Electronics Show, conocido como CES, durante el año 2014. En esta feria tecnológica tan importante a nivel mundial, las grandes compañías informáticas presentaron los primeros monitores con resolución 4K y rápidamente empresas como Netflix y Youtube se unieron a esta tecnología y subieron sus contenidos en esa resolución.
Es evidente que tiene sus beneficios: el más claro está en la mayor resolución, ya que las imágenes cuentan con más píxeles y nos permiten ver mejores detalles. Además, la distancia para ver los contenidos es entonces menor y nos permite tener una mejor representación del color con mayores rangos, mejor iluminación y degradados más naturales.
Entonces diréis, ¿dónde está la desilusión? Pues la limitación está en que muchas conexiones a Internet aún son muy lentas para poder transmitir los contenidos a 4K correctamente y a las velocidades necesarias. Además, no es fácilmente transferible en formato físico, ya que los vídeos en 4K pueden ocupar incluso más de 160 GB en espacio; lo que haría que el usuario tuviera que ver las películas o vídeos en disco duro y eso no es rentable.
Para la industria, el 4k se ha convertido en un negocio fallido por lo anterior mencionado. El usuario no compra este tipo de dispositivos, y por tanto, realizar contenido 4K es una pérdida actualmente para el sector, ya que no hay consumo de este contenido audiovisual.